El empresario, manager, productor musical e ideólogo de la estética punk falleció ayer en Nueva York a causa de un cáncer.
Reverenciado y odiado casi a partes iguales, no cabe duda de que la figura de Malcolm McLaren fue capital para el movimiento punk, o al menos para la percepción de este movimiento por parte del gran público y de los medios de comunicación. Desde que abriese en Londres la famosa tienda de ropa “Sex” (antes bautizada como “Let it Rock”), junto a la diseñadora Vivian Westwood, el “kilómetro cero” de la estética punk más arquetípica, McLaren desarrolló con gran habilidad empresarial una estrategia para imponer un movimiento musical. Tras una breve estancia en Nueva York, donde fue manager de los New York Dolls, regresó a la capital inglesa para dirigir la carrera de los Sex Pistols.
Buen conocedor del poder del escándalo en la puritana Inglaterra de los 70, MacLaren fomentó la imagen de confrontación con el sistema de la banda de Johnny Rotten y Sid Vicious. Con la separación del grupo en 1978, tan sólo tres años después de su formación, McLaren se embarcó en infinidad de proyectos distintos, aunque ninguno alcanzó las costas de popularidad de los Pistols. Fue manager de Adam Ant, creó el grupo Bow Wow Wow y publicó un álbum, “Duck Rock”, en el que flirteó con el hip hop. Posteriormente, también desarrolló proyectos relacionados con el cine, la televisión, y la publicidad.
Hoy mismo, John Lydon (Rotten en su etapa el frente de Sex Pistols) hacía públicas estas palabras, pese a que su relación con McLaren nunca fue fácil: “para mi, Malc siempre significó entretenimiento, y espero que recordéis esto. Por encima de todo, el era un entertainer. Le echaré de menos, y vosotros deberíais hacer lo mismo”.
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